Igor ortega-cooperativismo-Lanki

Igor Ortega Sunsundegi

2005. urtetik, LANKI Mondragon Unibertsitateko Kooperatibismoaren Ikertegiko irakaslea eta ikertzailea. Soziologian lizentziatua.

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En el entorno del cooperativismo de Mondragón la corresponsabilidad es una dimensión que ha adquirido una especial relevancia en los procesos de reflexión y en la definición de las políticas socioempresariales. Esta creciente importancia viene motivada por la toma de conciencia que esta dimensión asume tanto desde la perspectiva de los retos empresariales que enfrentan las cooperativas, como desde el punto de vista de la gobernanza cooperativa.

Existen una serie de factores que empujan en esa dirección. La evolución organizativa de muchas de las cooperativas, caracterizada por la dimensión y la complejización asociada a la internacionalización y las crecientes exigencias de los mercados, ha puesto en evidencia aspectos tales como las debilidades de los órganos cooperativos o la distancia entre colectivo y órganos reflejada en determinadas decisiones asamblearias. La transformación cultural y la emergencia de nuevos valores en la sociedad impactan en las organizaciones cooperativas a través de las aspiraciones y expectativas que incorporan unas generaciones que muestran diferentes modos de implicarse y comprometerse con el proyecto cooperativo. Por último, la identificación de síntomas que se perciben disfuncionales respecto a la implementación de un modelo más exigente que precisa el cooperativismo para hacer frente al nuevo escenario de retos acelera, definitivamente, la necesidad de abordar la cuestión de la corresponsabilidad.

No obstante, a pesar de la creciente inquietud que genera el tema, es preciso reconocer que, salvando honrosas excepciones, poco es lo que se ha podido avanzar en el desarrollo de prácticas organizativas que extiendan la cultura de la corresponsabilidad en las cooperativas. No ha sido una urgencia. No, por lo menos, como para garantizar tiempo y recursos que permitan un desarrollo mínimamente constante y sistemático. Nos arrastra la vorágine del mercado; y nos arrastra la dinámica de una sociedad consumista e individualista que convierte todo lo que tenga que ver con las motivaciones de tipo más trascendental, en un elemento extraño en la lógica de nuestras organizaciones.

En consecuencia, la corresponsabilidad, muy a menudo, se convierte en esa apelación que rescatamos cuando toca hacer frente a situaciones empresarialmente complicadas, o cuando se busca la aprobación de decisiones ingratas de la asamblea. Es, en cierta forma, un recurso reactivo que, es cierto, en momentos de crisis funciona para activar el compromiso general del colectivo en defensa de la propia empresa.

Pero limitar la corresponsabilidad a su dimensión reactiva parece una práctica poco recomendable. Es, cuanto menos, disfuncional desde el prisma de un modelo que, por su configuración democrática, favorece un reparto distribuido del poder. Y es, además, empobrecedor en la medida que obvia que parte del propósito transformador cooperativo es generar contextos que impulsen la cultura cooperativa y, por lo tanto, favorecer el crecimiento de las personas mediante el desarrollo de sus potencialidades y su sentido de la responsabilidad y la solidaridad.

¿Cómo avanzar?

Resulta tentador guiarse por la idea de que los atributos asociados a la copropiedad de la empresa —el capital aportado, la distribución de resultados, la codecisión en la asamblea— deberían ser estímulos suficientes para alimentar un suficiente sentido de la responsabilidad de las personas socias respecto a su proyecto cooperativo. Pero la realidad no parece aceptar tales simplificaciones.

El cooperativismo es, por sus rasgos, un modelo exigente respecto al compromiso y la responsabilidad de las personas asociadas. Partimos de la idea de que las cooperativas del entorno de MONDRAGON comparten un estándar alto respecto al compromiso y la responsabilidad de las personas que forman su colectivo. Existen multitud de ejemplos que evidencian ese comportamiento. Esta realidad, no obstante, no es óbice para constatar la existencia de importantes déficits respecto al comportamiento esperable de una persona copropietaria de su empresa. Trabajar específicamente y hacer presentes los valores cooperativos como la corresponsabilidad debe ser parte intrínseca del desarrollo empresarial cooperativo. Es un planteamiento que, en principio, parece exigir dos líneas de actuación:

1. Identificar y clarificar lo que se entiende por un comportamiento responsable:

El proceso de incorporación a la sociedad cooperativa debería desarrollarse desde la asunción consciente de las responsabilidades que se asumen respecto a la misma. El propósito transformador cooperativo, —al contrario de la empresa del capital en la que el trabajador asume la condición de ‘mandado’—, aspira al desarrollo de personas que sean dueñas y responsables de su proyecto de vida y de trabajo. En las condiciones de la empresa cooperativa conlleva que la persona asociada asume su cuota de responsabilidad respecto a la rentabilidad, la financiación, el desarrollo técnico y el buen gobierno de la cooperativa.

2. Generar contextos organizativos que permitan una mayor apropiación del proyecto y refuercen el sentido de la responsabilidad de las personas socias:

No todo puede consistir en exigir responsabilidad a la persona socia. Los órganos de las cooperativas también tenemos deberes al respecto. Por suerte diversas investigaciones y, sobre todo, las prácticas innovadoras que vienen desarrollando diferentes cooperativas ofrecen una serie de pistas al respecto. Se podría llegar, incluso, a esbozar una hoja de ruta con dos principales líneas de actuación:

  • El desarrollo de sistemas avanzados de gobernanza cooperativa que refuercen el sentimiento de ser dueño de la empresa. Acciones innovadoras en palancas como la información o la comunicación, el buen gobierno cooperativo, la participación de las personas socias en la elaboración del proyecto compartido, o el liderazgo cooperativo son impulsores esenciales en esta línea.
  • El desarrollo de contextos de trabajo constructivos y cooperativos que posibiliten el sentimiento de ser dueño del propio trabajo. Existe suficientes evidencias empíricas para afirmar que dar satisfacción a la aspiración de autonomía en el trabajo (reforzando la participación operativa y la información), la aspiración de desarrollar competencias (a través de la formación y la polivalencia), y la necesidad de relación (trabajo en equipo, compañerismo y ayuda mutua), además de incrementar la eficiencia y la satisfacción laboral, permiten una mayor apropiación y corresponsabilidad respecto a la empresa cooperativa.

Si todo ello, además, lo condimentado con dinámicas de formación/reflexión/debate cooperativos, y lo aderezamos con políticas activas de compromiso social, tenemos los ingredientes para un nuevo Propósito Transformador Cooperativo acorde con el tiempo presente.

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